domingo, 31 de julio de 2011

Noelia

Noelia llegó después de un pequeño paseo cerca del parque. Había salido de casa porque llevaba todo el tiempo con la sensación de que alguien o algo la observaba. Curiosamente todo comenzó a los pocos días de mudarse.

El piso se encontraba en el centro de la ciudad, justo a dos manzanas de su trabajo. Los muebles eran algo viejos aunque se encontraban bien conservados. Los colores, como era costumbre ver en los pisos de mediados del siglo veinte, eran de un marrón oscuro que destacaban entre las paredes de papel crema.

Al llegar depositó las llaves en un pequeño cuenco de cristal situado en el tocador de la entrada, colgó el abrigo en el perchero y fue directa a la cocina, no sin antes dejar sus pequeños zapatos a un lado y comenzar a caminar descalza.

Abrió la nevera para coger algo de agua y refrescar un poco su garganta, al volver a tapar la botella se fijó en que la luz del salón se encontraba encendida. No era la primera vez que pasaba, en otras ocasiones ya habían aparecido luces encendidas, incluso después de haber cambiado la cerradura. El chico de mantenimiento le comentó que la instalación eléctrica era algo vieja y posiblemente estuvieran teniendo problemas, por lo que ya no le daba la importancia de los primeros días.

Al ir a apagar la luz sintió un sonido sibilante, casi como el ulular del viento, sin embargo al acercarse a la ventana esta ya se encontraba perfectamente cerrada, incluso con el pequeño arreglo que Marco le había proporcionado, ya que alguna vez que otra se la había encontrado abierta sabiendo perfectamente que la cerró la noche anterior.

Las situaciones extrañas comenzaban a darle escalofríos a Noelia, no dejaba de preguntarse si esta era la razón de que el alquiler fuera tan barato. Aunque en un primer momento se lo atribuía a la antigüedad del edificio, ahora ya no estaba tan segura.

Sin darle más vueltas fue a darse una pequeña ducha para poder ir a dormir y descansar debido el extenuante día de trabajo que le esperaba a la mañana siguiente en la oficina.

Una vez en la ducha, volvió a sentirse observada, cada vez tenía la sensación más clara. Algo estaba mirándola sin ningún tipo de tapujo, por lo que rápidamente decidió salir de la ducha y sólo con la toalla puesta, fue directa al teléfono. Necesitaba contactar en ese mismo instante con Samantha, comprobar si esa noche podía dormir fuera.

Su sorpresa fue máxima cuando se percató que había un mensaje en el contestador, sin llegar a pulsar el botón para que comenzara la grabación, esta sonó nítida como la voz de alguien que hablase en la misma habitación.

- Hoy no saldrás con Samantha, esta noche eres toda para mí.

Era una voz varonil aunque siniestra y aguda, que asustaba desde la primera hasta la última palabra.

Sin pensarlo cogió su abrigo, se lo puso encima de la toalla y fue directamente a la puerta; se encontraba cerrada, se giró, dio dos pasos hasta el cuenco de las llaves, pero estas no estaban allí. Y la voz volvió a sonar, mucho más nítida que antes.

- Noelia, te acabo de decir que esta noche no ibas a salir.

- ¿Quién eres? ¿Dónde estás?

- Aquí y en varios sitios a la vez, aunque ahora, sólo aquí.

La puerta del salón se cerró lentamente, chirriando a cada centímetro que avanzaba.

Noelia se dirigió a la cocina como una exhalación, tropezando con el tocador y tirando el cuenco de las llaves que al entrar en contacto con el suelo se estalló en docenas de trozos de los más variados tamaños y bordes.

En busca de algún cuchillo o rodillo de cocina comenzó a abrir los cajones.

- ¡Vaya destrozo has hecho en la entrada!

La voz sonaba justo a su izquierda por lo que rápidamente, Noelia movió el brazo en zigzag para alcanzar algo que no podía ver, pero que sin duda sabía que estaba ahí.

- ¿De verdad? Por favor, suéltalo, al final sólo conseguirás hacerte daño.

Atemorizada, de una forma en la que jamás pudo imaginar que estaría, Noelia fue hacia la habitación cerrando la puerta tras de sí. A la escalera de incendios pensó. Sin embargo, esa era otra ventana que no podía abrir.

Desesperada y con lágrimas deslizándose por sus mejillas se giró lentamente hacia la puerta mientras esta se abría de par en par y poco a poco una entidad comenzó a tomar forma física, visible ante los ojos de la joven.

- Te dije que esta noche eras toda para mí.

La figura se abalanzó sobre Noelia en un abrir y cerrar de ojos y después de unos cuantos gritos, la puerta de la entrada a la casa volvió a abrirse con el chirriar típico de las puertas viejas y oxidadas.

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