Si bien la mañana era animosa, ella no estaba tan de acuerdo. No se había levantado con buena cara y le costó mucho esfuerzo arreglarse.
No sabía a qué aferrarse, todas las cosas le hacían recordar que en otro tiempo había algo mejor. Algo que siempre estaba ahí, que sin pararse a mirar le daba ánimo a seguir sin siquiera pensarlo. Ese estado de paz que jamás volvería a experimentar, al menos hasta que se diese cuenta de todo lo que se había pérdido.
Es verdad que a sus ojos hoy todo tenía otro color, sin embargo no era el color que ella quería ver, la sóla idea de pararse a mirar lo que ya no estaba, era suficiente como para querer tener sólamente la percepción del blanco y negro.
Ahora ya no tenía mucho que elegir, este fue el capricho de la vida, que le enseñó lo valiosa que es y lo poco que nos paramos a verla, a observar todo aquello que no parece importante, los detalles que llenan los espacios vacíos de la larga y a la vez tan corta de la más maravillosa de las cosas de la naturaleza, la vida humana.
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